A finales de septiembre de 1981, Peter Turner recibió una llamada de teléfono que cambiaría para siempre su vida. Su ex pareja, la actriz de Hollywood Gloria Grahame, había tenido un desmayo en el hotel Lancaster. Se negó a recibir atención médica y en su lugar contactó con Turner, el cual, a petición de Grahame, la llevó a su acogedora y caótica residencia familiar en Liverpool.